13 de mayo de 2024

HACIA EL FIN DE LA PREHISTORIA

Palabras de Jorge Paladino a la querida Corriente Clasista y Combativa, que inspiró con sus heroicas luchas los siguientes párrafos:


«Ciertos filósofos han decretado el «fin de la historia». Ciertos políticos han decretado la «globalización». Ciertos economistas han decretado el «triunfo del capitalismo». Grandes medios de difusión masiva se han hecho eco de estas proclamas y las han esparcido por toda la superficie del planeta. Parece que sólo nos queda creer… y esperar. Tal vez la cibernética resuelva finalmente los grandes problemas de la humanidad. Mientras tanto, los antiguos «obreros» se han transformado en «colaboradores» del sistema; los antes llamados «desocupados» ahora son su «ejército de reserva» y los legendarios «jubilados» han pasado a ser sus «emergentes». 

     No hay de qué preocuparse, todo está organizado. Sólo basta encender la pantalla de nuestro televisor, para entrar gratuitamente a ese mundo de alegría y abundancia que nos espera, a ese futuro que se nos brinda lleno de oportunidades. ¡Podemos ganar hasta 10.000 dólares con una simple llamada telefónica!, ¡comprar un velero, totalmente en cuotas y con nuestra tarjeta, vía internet!, ¡ir a Disneylandia juntando tapitas de Coca Cola!  Sólo hay que tomar un par de precauciones: no mirar noticieros «sensacionalistas» e irnos a dormir temprano.

     Pero si una noche, después de haber comido algo, nos quedamos a solas y apagamos el televisor, esa pantalla inerte y oscura, nos abrirá la puerta de otra realidad.  Porque si la historia terminó, el mundo se unificó y el capitalismo triunfó, tal como lo indican los tiempos de verbo, todo es pasado… y el futuro es hoy.  Entonces una inquietud nos recorre el cuerpo, porque… ¡lo estamos presenciando!, allí, en esa pantalla oscura que nos refleja, rodeados de incertidumbre y de miedo, como náufragos en la inmediatez de nuestro tiempo.

     El sistema se va «perfeccionando» y a cada vuelta de tuerca, millones de seres se quedan sin trabajo. Cada uno de ellos perderá sus derechos, su dignidad, el respeto de su familia. Cada uno de ellos empezará a derrumbarse con el primer cobro de su seguro de desempleo. Su modo de vivir habrá terminado, se alistarán en el «ejército de reserva» y, por breves períodos, accederán a trabajar… claro, de lo que sea. Su arte, su oficio o su profesión ya no tendrán importancia, ya no serán su orgullo, su satisfacción.  Ya no serán reconocidos por su capacidad y experiencia, sino por su rendimiento. Ya no habrá tiempo para compartir la vida con los compañeros: “ranchar” los domingos, ir a pescar, juntar para el regalo del que se «casorea», organizar el campeonato de fútbol.  Sólo será andar juntos «hasta que dure», y luego separase con rumbos distintos.

     Pero lo más trágico de todo esto, entendiendo por «trágico» lo que es nefasto pero inevitable, es que aún alcanzando los más altos niveles de robotización, los más bajos costos de producción y los precios más accesibles… ¿a quién le van a vender sus productos, los apropiadores de la riqueza?, o mejor dicho, ¿quién podrá comprarlos? La miseria, la corrupción y el desamparo se multiplicarán en todo el planeta y no hará falta que el sol se apague ni que los casquetes polares se derritan, para que el frío inunde nuestros corazones.

     ¡Cuántas paradojas! Un futuro sin futuro, un presente que avanza rápidamente hacia el pasado y un mundo exultante de riquezas, inalcanzables para quienes las producen.  ¡Qué sarcástica contradicción entre los avances del conocimiento humano y sus condiciones de existencia! ¿Cómo puede explicarse que en un mundo donde nuevos y extensos campos de investigación y trabajo se abren cada día, nuestros jóvenes no puedan estudiar ni trabajar?  ¿Cómo puede explicarse que un mundo que avanza hacia la solución de enfermedades tan complejas como las de origen genético, vuelvan a aparecer otras casi bíblicas?  ¿Cómo puede explicarse que países con un alto nivel de vida y brillantes expectativas, tengan preocupantes índices de suicidio y drogadicción?  ¿Cómo puede explicarse que cada avance en la comprensión y el dominio de la tecnología, en vez de traer bienestar económico y el tiempo libre necesario para el arte, el deporte y la diversión, traiga en cambio más desocupación y más miseria?

     Estas son algunas de las paradojas del «mundo uno», del «mundo globalizado», del «único mundo posible».  Así que, como dijimos al comienzo, parece que sólo nos queda creer y esperar. Aunque es bueno ir sabiendo que el único futuro posible para ése mundo es la desaparición total de la cultura del trabajo y su reemplazo por la cultura de la supervivencia. La destrucción del hombre como ser productivo y creador de su propia existencia y su reemplazo por el hombre binario, activado o desactivado según las necesidades del mercado, tal como se enciende o se apaga cualquier artefacto electrodoméstico. ¡La mimetización del hombre y la máquina llevada a su máxima expresión! Me pregunto ¿cómo van a convencer a toda la humanidad de que ése es el único camino posible? Miles de manifestantes asesinados en todas partes del mundo, responden a mi pregunta.

     Aquí, en mi país, oigo las voces airadas que se levantan contra los cortes de ruta, las tomas de fábrica, las ocupaciones de tierra y el incendio de los estamentos del poder omnímodo del Estado. Dicen que ésos hombres y mujeres «no tienen derecho»…

¡es cierto!, se los han robado. Dicen que ésos hombres y mujeres «no respetan las instituciones»… ¡es cierto!, han sido traicionados por ellas. Dicen que ésos hombres y mujeres «no han aprendido a vivir en democracia»… ¡es cierto!, el hambre y la represión no son buenos maestros.

     El país arde con olor a neumáticos y se multiplican las ollas populares. ¿Por qué luchan? La respuesta parece sencilla: luchan por trabajo, por tierra, por comida, etc.  Sin embargo, su causa es más profunda. Detrás de las reivindicaciones más urgentes, como son el hambre y las necesidades más elementales, ésos hombres y mujeres luchan por su clase.  No luchan por sobrevivir sino contra la cultura de la supervivencia.  Ellos traen de la mano un nuevo futuro, en pañales aún, pero con esa fuerza vital que acompaña a los recién nacidos y que los hace capaces de recrear la vida, aún en las peores condiciones.

     Ellos, como sucede en todas partes del mundo, enfrentan a un enemigo poderoso, un enemigo que defenderá su poder y sus riquezas con todo lo que esté a su alcance.  Pero a pesar de sus ostentaciones y de su agresividad, a pesar de la soberbia de sus declaraciones, el poder adolece de una herida mortal: su sistema no puede sostenerse, ha quedado a contramano de la historia, y sus contradicciones lo están obligando a devorarse a sí mismo. Sin embargo, no nos engañemos… no se caerá solo, habrá que luchar.  Ellos tienen el poder político, el poder económico, el poder mediático y el poder militar… nosotros – además de nuestras justas razones–  tenemos el poder numérico. 

     Estamos asistiendo al comienzo del fin de una era, aunque aún no se vean los albores de la próxima. Sucede así cuando se cruza el mar, dejando atrás una tierra devastada en busca de una tierra próspera. Hay un momento en que la orilla donde abandonamos el dolor y las privaciones empieza a desaparecer, pero aún no divisamos la orilla de nuestras esperanzas. Es el momento de la incertidumbre y el miedo… el momento en que nos sentimos náufragos. Así veo a la humanidad en este tiempo: en alta mar, en un viaje inclaudicable hacia el fin de su prehistoria social. Porque es prehistórico, ¡sí!… que en un mundo repleto de alimentos, un sólo ser humano muera de hambre».  

«Dedicado a mi muy querida Corriente Clasista y Combativa, que inspiró con sus heroicas luchas estas palabras mías». Jorge Paladino – Junio de 2000